Por Selfa González Gomar
Soy madre de dos hijas, de 8 años y de 1 año, tengo 42 años y he vivido en un México donde no se reconocían muchos de nuestros derechos básicos.
Nuestros derechos sexuales y reproductivos han sido motivo de lucha, no solo en el marco de políticas públicas, también en el marco social y familiar.
Crecí en un México donde no se hablaba de esto, donde mujeres cercanas a mi tenían que interrumpir sus embarazos en la clandestinidad, llenas de miedo y de culpas, donde decidir sobre nuestro cuerpo era casi pecado, o motivo de secreto personal o deshonra familiar, un México donde el machismo ha atravesado nuestras historias sexuales, corporales, nuestras identidades, nuestras maternidades, nuestras feminidades.
Este mes de septiembre 2021 por primera vez se ha reconocido nuestro derecho reproductivo, yo pensé que nunca lo vería en todo lo que me queda de vida, no lo podía creer, lloré de la emoción y mi pecho se lleno de esperanza, por mis hijas y por todas las mujeres de este país, me dio esperanza sentir que puede haber justicia social y que esto no lo vieron mis abuelas.
Esto ha sido resultado y mérito de muchas mujeres que desde antes que yo naciera han estado picando piedra y eso me enorgullece hasta el tuétano.
